8 de febrero de 2018

Memorias: Febrero.


He deambulado, incesantemente, hasta este día. Tras un viaje sin retorno ni memorias, me dispongo a sentarme y teclear con parsimonia. Ya han transcurrido un par de días, pero mi cerebro aún repite rutinas antiguas. Mi condición de trabajo ha mutado a la cesantía, y digo sin malicia, que aquello no me desagrada. Lo disfrute, aprendí, y lo abandone. Me llevo, al finalizar la contienda, una nueva condecoración en el pecho y una que otra herida, pero estas últimas se curan, como espero todo en esta vida.  El clima de mi cuidad ha sido abrasador envolviendo a los habitantes en brisas de aire caliente, rescato que ha traído consigo luz extraordinariamente potente que me ha permitido practicar con la cámara. Y dentro de aquel apartado tecnológico, y tras ordenar cuentas y reducir gastos, invertí en un lente. Un objetivo japonés de lente focal fijo, que me fue entregado de unas manos llenas de amor. Debo reconocer que se ha impuesto en mi vida como una molestia a mi automatizada visión, y me ha nutrido en partes iguales. 

Por otro lado, pero dentro del mismo apartado, he estado con el agrado de, luego de mucha búsqueda, operar la análoga. El dueño de la tienda de fotografía, se sorprendió y agrado, al ver un cuerpo en tan bien estado, así lo dijo con una sonrisa partiéndole la cara en dos. Un rollo fujifilm de C200 se ha convertido en un mi objeto de pruebas. Espero que, cruzo los dedos, las fotos se revelen en buen estado. 
En este espacio atemporal he retomado hábitos postergados; la lectura y la organización. Aquello se ha instalado y cobrado un significado un valor, inconmensurable, en mi diario vivir. 
Este periodo ambiguo de reposo se ha extendido ensombreciendo el mal carácter de otros meses, he viajado a lugares cercanos a mi cuidad pero que no tenía conocimiento de su existencia. Espacios tapizados de verde, inundados de ríos bruscos que resuenan en los oídos y dejan en el pecho un sentimiento de nimiedad. Arbustos enroscados entre sí, enajenados del aire limpio. Animales domesticados matando la tarde y arrancando de insectos, agitando su rabo por interminables horas. Risas, comentarios indecorosos, y uno que otro malentendido, han compuesto mi vida en este último tiempo, y anhelo, aún, seguir recorriendo.


Me despido, Gab. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por comentar c: