He deambulado, incesantemente,
hasta este día. Tras un viaje sin retorno ni memorias, me dispongo a sentarme y
teclear con parsimonia. Ya han transcurrido un par de días, pero mi cerebro aún
repite rutinas antiguas. Mi condición de trabajo ha mutado a la cesantía, y
digo sin malicia, que aquello no me desagrada. Lo disfrute, aprendí, y lo
abandone. Me llevo, al finalizar la contienda, una nueva condecoración en el
pecho y una que otra herida, pero estas últimas se curan, como espero todo en
esta vida. El clima de mi cuidad ha sido
abrasador envolviendo a los habitantes en brisas de aire caliente, rescato que
ha traído consigo luz extraordinariamente potente que me ha permitido practicar
con la cámara. Y dentro de aquel apartado tecnológico, y tras ordenar cuentas y
reducir gastos, invertí en un lente. Un objetivo japonés de lente focal fijo,
que me fue entregado de unas manos llenas de amor. Debo reconocer que se ha
impuesto en mi vida como una molestia a mi automatizada visión, y me ha nutrido
en partes iguales.
Por otro lado, pero dentro del
mismo apartado, he estado con el agrado de, luego de mucha búsqueda, operar la
análoga. El dueño de la tienda de fotografía, se sorprendió y agrado, al ver un
cuerpo en tan bien estado, así lo dijo con una sonrisa partiéndole la cara en
dos. Un rollo fujifilm de C200 se ha convertido en un mi objeto de pruebas. Espero
que, cruzo los dedos, las fotos se revelen en buen estado.
En este espacio atemporal he retomado
hábitos postergados; la lectura y la organización. Aquello se ha instalado y
cobrado un significado un valor, inconmensurable, en mi diario vivir.
Este periodo ambiguo de reposo
se ha extendido ensombreciendo el mal carácter de otros meses, he viajado a
lugares cercanos a mi cuidad pero que no tenía conocimiento de su existencia.
Espacios tapizados de verde, inundados de ríos bruscos que resuenan en los
oídos y dejan en el pecho un sentimiento de nimiedad. Arbustos enroscados entre
sí, enajenados del aire limpio. Animales domesticados matando la tarde y
arrancando de insectos, agitando su rabo por interminables horas. Risas,
comentarios indecorosos, y uno que otro malentendido, han compuesto mi vida en
este último tiempo, y anhelo, aún, seguir recorriendo.
Me despido, Gab.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por comentar c: